martes, 29 de noviembre de 2011

CURIOSIDADES DE LA NATURALEZA:
EL SUEÑO INVERNAL DE LOS ÁRBOLES


(Abedules (de color amarillo y el tronco blanco) y cerezos silvestres (rojos) destacan entre el follaje de los pinos en otoño.


En el otoño, podemos asistir  a uno de los espectáculos más maravillosos que nos depara la naturaleza y comprobar como muchos de sus árboles, los llamados caducifolios, cambian el  color de sus hojas y se visten de colores, para terminar de caer sus hojas en las semanas siguientes. Pero si prestamos un poco de atención podremos comprobar que esto no es exclusivo de los árboles y también otros vegetales entran una especie de letargo o sueño invernal, y nuestra pregunta es ¿por qué ocurre esto? La respuesta, anticipamos, es muy sencilla, aunque vamos a profundizar en ella: como peculiar forma de adaptación al entorno para superar los rigores del invierno ¡¡PARA SOBREVIVIR!!

En las cumbres de las montañas, en los áridos altiplanos, en la tundra... las temperaturas pueden ser inferiores a 0º C en algunas épocas del año. Cuando bajan las temperaturas, el agua que hay en las células de la planta se convierte rápidamente en cristales de hielo que con el aumento de volumen pueden destruir las células Si a esto unimos que las plantas no pueden desplazarse, y además su metabolismo cuenta con muy pocas alternativas para mantener el control de la temperatura corporal, nos da idea del importante reto al que los vegetales tienen que enfrentarse para superar el invierno, de lo que vamos a ocuparnos en estos breves apuntes, los que pretenden llamar la atención sobre este comportamiento de estos seres vivos que nos suele pasar desapercibido y que resulta muy curioso.



En las imágenes aparecen hojas de álamo temblón (Populus tremula, las de color más rojizo; de álamo negro (Populus nigra) de color amarillento y forma acorazonada, de álamo cano (Populus canescens), además de hojas de otras especies de ribera como sauces (Salix sps).

No solo los animales adaptan sus ciclos de vida a las condiciones que les rodean y afectan, sino que las plantan también lo hacen y de muy diferentes formas, también para aprovechar al máximo sus energías, para poder sobrevivir, el fin que dirige todas estas conductas. Así la permanencia prolongada del manto de nieve puede ser un factor importantísimo para numerosas plantas y también para numerosos tipos de vegetales de la montaña. El manto de nieve ejerce un factor determinante por varias causas, por ejemplo en la alta montaña, donde suele estar cubierta la superficie del suelo por la nieve, la capa de nieve supone una limitación de luz, que puede prolongarse durante mucho tiempo, pero también es un aislante excelente y bajo la nieve la temperatura se mantiene benigna y constante. Guido Moggi cuenta como experimentos llevados a cabo en un lugar en el que la temperatura del aire se situaba alrededor de los -17º C debajo del manto de nieve que tenía un grosor de 50 cms. daba como resultado -1º C, lo que suponía una diferencia en tan solo 50 cms. de +16º C. En estos lugares pueden subsistir muchos vegetales, los que sí tienen que adaptarse al peso de la nieve que tienen que soportar, por lo que suelen adquirir formas rastreras como es el caso de la sabina rastrera o el enebro rastrero, propios de lugares como las zonas de alta montaña de los pinares bacenses (Sierra de Baza, en la provincia de Granada).



Piornos en la alta montaña bética, con su característica forma almohadillada. En la imagen Piorno de crucecita (Vella spinosa)

Los piornos, plantas arbustivas propias de la alta montaña, adquieren una forma hemisférica y almohadillada para protegerse de los fuertes vientos que azotan las cumbres en las que vive y particularmente superar los rigores del invierno, en cuanto que entre sus hojas superiores quedan entrelazadas las gotas de hielo y nieve que forma un iglú natural que los aísla de los rigores climáticos.

Plantas bulbosas


Flor del endémico Narciso de Sierra Nevada (Narcissus nevadensis), una especie protegida
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Otras plantas como los tulipanes, crocus o narcisos pasan el invierno bajo tierra en forma de bulbo (donde han almacenado alimentos), tomando nutrientes de ellos hasta la primavera en que la temperatura sube y le permite desarrollar hojas con las que se alimenta y pierde nuevamente al llegar la estación fría, repitiéndose el ciclo año a año .
La adaptación de las coníferas al frío


Pinos silvestres en la zona de alta montaña del Parque Natural Sierra de Baza

Las coníferas, como los pinos, están también adaptadas al invierno y sus hojas han adquirido formas alargadas y estrecha (en aguja) que además cuentan con un a capa endurecida que las recubre y protege de los rigores climáticos. Además, las hojas suelen ser de un color verde más oscuro (puede llegar a ser casi negro) como ocurre con el pino negro (Pinus uncinata) la especie de pino que vive a más altitud, para absorber más calor del Sol.

Las vellosidades que presentan algunas plantas de la alta montaña y también de las regiones árticas, funcionan como ‘trampas’ de calor, de modo que capturan con sus vellosidades las gotas de hielo que forman una película que las aísla del exterior y que impiden que la planta se congele durante el frío invierno.

Los árboles caducifolios

En la imagen se ha captado el momento del pequeño viaje de las hojas otoñales de unos álamos negros (Populus Nigra), desde sus altas ramas hasta el suelo, en una tarde ventosa.

Aun cuando el caso más significativo y que más nos llama la atención es el de los árboles de hoja caduca que pierden todas las hojas en invierno, para evitar que estas se hielen han diseñado la caída otoñal de las hojas, que constituye una adaptación a la estación fría, entrando los árboles en un letargo, lo que poéticamente ha sido definido como un sueño de los árboles y que coincide con el fenómeno biológico conocido como dormancia (1) o dormición. Pero esto, por sí solo, no justifica la presencia de caducifolios o planocaducifolios, como también se les llama, en un territorio, en cuanto que solo la presencia de veranos relativamente húmedos y suelos profundos con elevada capacidad de retención de la humedad explica la presencia de estos árboles en un territorio, toda vez que es durante este período previo cuando el árbol tienen que acumular los nutrientes y energía para vivir todo el año.



Álamo negro, con sus hojas ausentes, en una jornada invernal, recibiendo la luz dorada de una puesta de sol

La llegada del invierno y el desarrollo de protección en las yemas constituyen un eficaz sistema para paliar los efectos del frío invernal evitando las pérdidas de agua en las épocas desfavorables. Pero ello exige como contrapartida un hábitat muy favorable en el que poder completar con rapidez todo el ciclo vegetativo durante la época de primavera-verano, compensando el desarrollo energético que implica la pérdida y regeneración de las hojas todos los años. Es la forma más perfecta de sobrevivir al invierno: durmiendo.

 
© José Ángel  Rodríguez
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(1) Dormancia. Término que se utiliza para definir la estrategia biológica utilizada por muchos seres vivos (animales y vegetales) para sobrevivir, controlando sus funciones vitales, cuando las condiciones climáticas o de alimentos no son aptas para sobrevivir y adoptan estos mecanismos naturales para no morir, aun cuando para ello tengan que suspender o reducir drásticamente, de un modo temporal, algunas actividades metabólicas, permitiendo que el organismo conserve energía para seguir con vida.

martes, 1 de noviembre de 2011


CURIOSIDADES ECOLÓGICAS:
LOS SONIDOS DEL MUNDO ANIMAL

Zarcero común (Hippolais polyglotta) cantando. Se trata de un excelente imitador de los sonidos de otras aves, hábito al que alude su nombre latino: polyglotta

En la década de los años sesenta del pasado siglo se publicó un libro que tuvo gran repercusión internacional del que era autora la bióloga Rachel Carson, su título era “LA PRIMAVERA SILENCIOSA”, su mensaje central era el vaticino de una primavera sin el canto de los pájaros, lo que la autora preveía podía ocurrir en muchos lugares de nuestro planeta, particularmente en los más humanizados y sobrepoblados, si no se tomaba una concienciación activa de la necesidad de poner freno al desarrollismo agrícola con la imparable implantación de monocultivos, destrucción de setos, sotos o riberas, así como, particularmente, por el masivo e incontrolado uso de plaguicidas y pesticidas.


Pareja de jilgueros (Carduelis carduelis) una de nuestras más bellas aves cantoras.

Ahora que han pasado cincuenta años de aquel mensaje podemos hacer balance y constatar como si bien la primavera no es silenciosa y afortunadamente sigue presente en nuestros montes y campos el sonido de nuestros pájaros, anfibios, insectos o mamíferos, gracias principalmente a que en los últimos años se ha tomado una conciencia generalizada de defensa y respeto por nuestra biodiversidad y la gestión agrícola sostenible, SÍ HAY MENOS PÁJAROS QUE HACE UNAS DÉCADAS, debido principalmente, a que cada vez tienen las especies animales menos lugares adecuados para reproducir y vivir en libertad, al tiempo que los monocultivos o las prácticas agrícolas poco tolerantes con las especies animales como los invernaderos, cada vez están más extendidos en muchos territorios, habiendo reducido las posibilidades de coexistencia de estos cultivos con nuestro mundo animal.


Macho de Pinzón vulgar  (Fringililla coelebs) la más abundante de las aves cantoras.

No estamos, por tanto, ante una primavera silenciosa, en cuanto que afortunadamente podemos seguir sintiendo y percibiendo los sonidos de comunicación de las especies animales, aunque lo es con menor intensidad que hace unas décadas y esto los que ya tenemos algunos años a nuestras espaldas y hemos estado en contacto con el mundo natural, lo hemos podido constatar en primera persona. De aquí nuestra llamada para que las prácticas agrícolas irrespetuosas con la conservación del patrimonio natural, se dejen de una vez por todas, y por el contrario se favorezcan prácticas que permitan la coexistencia pacífica con las especies animales, para ello son imprescindibles medidas como las de favorecer la presencia de setos, de sotos, de riberas bien conservadas y de islas de árboles y arbustos dentro de los campos de cultivo que permitan la presencia de nuestros pájaros. Ellos nos lo agradecerán con algunos servicios impagables como el control de plagas e insectos dañinos o el de los roedores.

© José Ángel Rodríguez