miércoles, 28 de diciembre de 2011

CURIOSIDADES DE LA NATURALEZA: MUTUALISMO VEGETAL Y ANIMAL EN OTOÑO

Hembra de colirrojo real comiendo frutos otoñales


El otoño es una estación meteorológica que nos trae el cambio de color de las hojas de los árboles y también el colorido de los frutos otoñales a nuestros campos y montes, lo que es muy bien aprovechado por un gran número de aves frugívoras, las que se alimentan de los frutos, por lo que en estas fechas todos estos árboles y arbustos reciben la incesante visita de un gran número de aves que encuentran en los mismos su alimento principal, el que además le va a reportar las calorías necesarias para soportar los rigores invernales que se avecinan.


Piquituerto, junto a unos frutos otoñales del rosal silvestre.

Recientes estudios sobre este tema han puesto de manifiesto como las interacciones planta-animal que las consume, pueden tener efectos negativos, neutros o positivos sobre el potencial reproductivo de una planta, dependiendo de la sobrevivencia de las semillas durante y después del consumo de los frutos. Así se ha dicho que el efecto es positivo cuando el agente dispersante, luego de ingerir los frutos, tras satisface en parte sus requerimientos de energía y nutrientes a través del consumo de frutos, transporta y deposita las semillas intactas en un lugar propicio para la germinación y sobrevivencia de plántulas. Mientras que se estima que los efectos son negativos para la planta cuando el ave o animal los consume y los destruye en su alimentación, sin posibilidad de que se reproduzca.

Es una auténtica simbiosis la que se vive estos días de otoño en nuestros bosques y montes, en la que un gran número de árboles y plantas dependen de aves y mamíferos mutualistas para la dispersión de las semillas que encierran sus frutos otoñales. Tarea que es realizada principalmente por las aves, que ingieren los frutos carnosos para alimentarse y posteriormente defecan o regurgitan las semillas en forma intacta, pudiendo dar lugar a que se reproduzca la planta, en ocasiones en lugares muy alejados del lugar donde fueron consumidas por el ave, lo que es denominado "mutualismo de dispersión".

Aunque se suele hablar de aves frugívoras, para referirse a aquellas cuya dieta consistente en frutas. En realidad, son muy pocas las aves que son frugívoras estrictas, ya que esta clase de alimento es muy pobre en proteínas, por lo que deben compensar y adicionar su dieta consumiendo insectos y semillas de leguminosas o cereales. Estas aves consumen los frutos de las angiospermas (árboles de fruto carnoso), cuyos frutos están especialmente diseñados para que los seres vivos, en especial las aves lo consuman, y sirvan para la dispersión de las semillas. Así, las aves frugívoras cumplen un importante rol en esta tarea. Muchos vegetales producen sustancias químicas secundarias, que cumplen la función de darle mal sabor o ser venenosas para así evitar la predación, de modo que muchos de estos frutos no sólo tienen mal sabor para el ser humano, sino que pueden ser mortal para el mismo como ocurre con el muérdago (Viscum album), el que sin embargo, es consumido y tolerado por las aves, particularmente los zorzales, lo que ha llevado a algunos autores a considerar que estos frutos fueron específicamente diseñados para que las aves sean las dispersoras de estos vegetales.

Muérdago, parasitando un pino, con sus característicos frutos blancos
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En la escena que reproducimos, en la portada de esta reseña, tomada en el Parque Natural Sierra de Baza, en uno de los hides fijos que tiene acondicionados en este territorio la Asociación PROYECTO SIERRA DE BAZA al final de este verano, ya en las puertas del otoño, el pasado 18 de septiembre de 2011, se reproduce el momento en que una hembra de Colirrojo real (Phoenicurus phoenicurus) se ha posado en las ramas de un Majuelo o Majoleto también conocido como Espino albar (Crataegus monogyna) para alimentarse y comer sus frutos, lo que se plasma en la imagen que ilustra este comentario, en un proceso de simbiosis o mutualismo entre el reino vegetal y el animal.

© José Ángel Rodríguez